Queridos todos los que damos vida al Centro La Salle Liria.

De nuevo con vosotros, tras dos meses de dejaros en paz.

En efecto el primero de julio os dirigía unas palabritas en las que os animaba a vivir con serenidad el Carpe diem, o el Beatus ille… los meses de julio y agosto.

Hasta esa fecha, gracias Dios y a nuestra responsabilidad superamos las dificultades que nos imponía el dichoso (mejor, “maldito”) coronavirus o Covid.19. 

Y hoy se abre para todos, un nuevo curso, el 2021-2022, que deseamos sea bueno, provechoso y acogedor.

Y permitidme que me apropie de la carta circular que el H. José Román, Visitador del Distrito Arlep dirige a todos los lasalianos, Comunidades de Hermanos, Centros colegiales, obras diversas en las que se atiende a las personas más vulnerables.

 

Hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión: éste es el gran desafío que tenemos ante nosotros en el milenio que comienza, si queremos ser fieles al designio de Dios y responder también a las profundas esperanzas del mundo” (Novo milenio ineunte)

He aquí el reto que san Juan Pablo II nos planteaba al comienzo del tercer milenio. En él se nos desafía a “ser casa”; y, por tanto, nos invita a procurar que quien comparta su itinerario vital con nosotros se sienta en “casa”, se considere de “casa”, se comprenda a sí mismo como integrante más de la “casa.

Todos lo que damos forma a esta casa lasaliana en Liria estamos invitados, yo diría  más, nos sentimos comprometidos en hacer de verdad que Centro LA Salle de Lira, sea “nuestra casa.

Porque “estar en casa”, supone-continúa el H. José Román, en primer lugar, practicar la acogida con “los de la casa”: construir casa con los cercanos, ayudar a que todos se sientan parte de la casa, dar atención y cuidado al hermano, al miembro de la comunidad-familia, y que nos sintamos personas responsables de nuestra casa”

Hoy te invito a cuidar los valores de la “acogida”, de la “aceptación del otro”.

No esperes que comience el otro. Comienza tú, tal como cuenta una cartela en la tumba de un obispo, en la cripta de la abadía de Westmister:

 

Cuando era joven y libre, y mi imaginación no tenía límites, soñaba con cambiar el mundo- Al volverme más viejo y más sabio, descubrí que el mundo no cambiaría. Entonces reduje un poco mis objetivos y decidí cambiar solo mi país. Pero también resultó imposible.

Al llegar a los años del ocaso de mi vida, en mi último intento desesperado, me propuse cambiar solo a mi familia (piensa en tu casa, en nuestra casa de Liria), a mis allegados; pero, por desgracia, no me quedaba ninguno.

Y ahora que me siento cercano a mi muerte, de pronto me he dado cuenta: si me hubiera cambiado primero a mí mismo, con el ejemplo podría haber hecho un bien a mi país y quién sabe, tal vez incluso habría cambiado en mundo”.

Con toda mi estima, deseo que todos pongamos un poquito de lo mucho bueno que tenemos, para que nuestra “casa de Liria” (de mi familia), sea más acogedora.

 

Joaquín Gasca, fsc Liria.01.09.2021