JESUS LAVA LOS PIES A PEDRO. Jn 13,3-12

Autor: Sieger köder ”

Queridos amigos con quien compartimos a diario nuestros trabajos y nuestra vida. De modo especial quiero recordaros a todos ya sea en la Dirección como en la limpieza, cocina, comunidad de Hermanos, Projecte Obert, etc..

La Semana Santa ha sido, es y será para toda persona con sentimientos humanos (y cristianos), un inmenso cuadro de amor que nos conmueve hasta en los más íntimo de nuestro ser.

La Semana Santa nos ha dejado bellos y sentidos poemas como este “anónimo soneto del XVI: No me mueve, mi Dios, para quererte / el cielo que me tienes prometido, / ni me mueve el infierno tan temido para dejar por eso de ofenderte. […] Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera, que, aunque no hubiera cielo, yo te amara, /y aunque no hubiera infierno, te temiera”.

O ¿quién no se quebranta al contemplar a Cristo muerto en la Cruz aún con sus manos crispadas en el retablo de Isenheim de Mattías Grüneval? O ¿el profundo dolor que provoca el desmayo de María en el hermosísimo “Descendimiento de Rogier van der Weyden. O ¿el dolor sereno tal como nos lo transmitió Miguel Ángel en su “Piedad” del Vaticano. Una Madre joven y cuyo rostro sereno nos trasmite paz y esperanza (Siente que su Hijo al tercer día resucitará).

JESÚS LAVA LOS PIES A PEDRO.

En esta ocasión, amigo del entorno La Salle Lliria, te invito a recogerte un tiempo y ante un cuadro en el que Jesús lava los pies a Pedro: calla, mira, contempla… Las pinturas de Sieger Köder tienen un profundo significado teológico. Lo busca dentro del arte impresionista. Como sacerdote aprovecha el arte para llegar a todas las personas que amen su arte.

 

Descripción del cuadro.

La escena está desbordada por dos manchas de color que definen a los dos personajes: parece que no tuvieran sitio y tuvieran que superponerse uno al otro en una postura forzada.  Jesús está arrodillado a punto de lavarle los pies a Pedro, justo antes de la última cena. (Jn 13, 1-16).

Pedro está sentado, los pies introducidos en el agua. Una mano está suavemente posada con afecto en el hombro de Jesús, lo cual indica la relación de intimidad que hay entre los dos. La otra se alza escandalizada como queriendo frenar a Jesús. La cara de Pedro es de sorpresa. El pintor ha querido recoger ese momento en el que Pedro dice “Jamás me lavarás tú a mí los pies”. Sin embargo, Jesús no puede ver el gesto de Pedro, porque está completamente inclinado, casi humillado, sobre su acción. A Jesús no le interesan las excusas, sino sus pies: sin duda, la parte del cuerpo más indigna al estar constantemente en contacto con el polvo del camino. Los pies sucios representan simbólicamente la parte pecadora del hombre. La postura de Jesús es un escorzo exagerado, como si el pintor quisiera mostrar la transgresión escandalosa que contiene el gesto. Jesús está vestido con el “efod” o manto, típico de los rabinos y de los sacerdotes. ¿Cómo es posible que un judío honorable, se rebaje a hacer un trabajo de esclavos? ¿Cómo es posible que todo un Dios, se abaje, se humille hasta lavar los pies de un pecador? Y es que la clave del cuadro y de la escena evangélica es precisamente esta: ¿quién es este Dios que viene a lavarnos los pies? Nunca se había pintado la “kenosis” (Abajamiento) de Dios de forma tan evidente.

Yo me callo. Vosotros tenéis inteligencia y corazón.

Una mirada a tu interior.  ¡Perdona mi atrevimiento!

Ponte en el lugar de Pedro. Descálzate. Pon encima de la mesa todo aquello que te da vergüenza. En el fondo no somos tan distintos de Pedro. Aquel que negara tres veces a su amigo, (Pedro, antes de que el gallo cante me habrás negado tres veces) ahora no quiere dejarse lavar los pies. ¡Cómo va a permitir que su maestro se rebaje a limpiarle los pies sucios a él! Nosotros hacemos lo mismo.

Creemos que nuestro pecado no es digno de Dios y rechazamos la idea de que quiera limpiarnos. Pero Jesús insiste: “Si no te dejas lavar los pies, no tienes nada que ver conmigo.”

Es como si dijera: si no me dejas entrar hasta lo más oscuro de ti, aquello que rechazas profundamente en tu interior, no descubrirás nunca QUIEN SOY.

Es precisamente en el agua sucia de nuestra debilidad donde descubrimos el verdadero rostro de Dios y nuestro verdadero rostro.

Contempla el cuadro en su conjunto. Déjate mirar por el rostro de Jesús reflejado en el agua sucia.

Una vez más, amigos del nuestro entorno lasaliano de Liria, en libertad, te invito a leer  el Evangelio de Juan en el capítulo  13, 3-12 .

 

FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN.

Un abrazo cordial y fraterno.

H.Joaquín Gasca.fsc. Liria. 1.04.2023.