Apreciados amigos/as de La Salle Liria.

Ya estamos en agosto, y sin duda alguna, muy deseado para tomarnos unos días de vacaciones, de descanso, de reponer fuerzas. Pues a disfrutarlas.

Hace unos años me compré un libro cuyo título rezaba así: Cuentos para curar. Cuentos para crecer”. Su autor recoge breves cuentecillos con sus enseñanzas. Y me ha parecido bien, para cerrar el último mes del curso escolar 2024-2025, contaros el “cuentecillo del Arco iris”, que nos habla de las emociones. Espero que os guste.

 

EL ARCO IRIS DE LAS EMOCIONES.

Había una vez una jovencita que se no atrevía nunca a contar sus emociones. A nadie, sobre todo a aquellos que más la querían.

Con toda seguridad, no siempre es fácil, contar sus emociones, pero a veces esto nos desborda: lloros, lamentos o risas… Hay también reacciones del entorno que las imaginaba. ¡Qué pensarán de mí!, ¡qué es lo que dirán…¡

 Pues bien, para atreverse a contar las emociones es necesario conocerlas. ¿Usted las conoce?

Atrévase a contar tres para ver…

Bueno, la cuestión no es esa, puesto que cuento historias de la jovencita que no sabía a expresar sus emociones.

 

Un día que  (elle rêvait éveillée) soñaba en la cama, mirando al cielo, a imaginar las bondades que ella podría tener en su vida, vio por encima de ella un magnífico arco iris.

Pero le llamó la atención del arco iris que tenía 8 colores; el color negro. Qué raro. Y de repente lo comprendió. Eran los 8 colores que ella tenía. Cada color representaba una o varias emociones.  Cada color se convertía en un movimiento de su corazón, una dirección de sus energías, un álito (élan) de sentimientos, una vibración de su vientre, o de su espalda, un centelleo de sus ojos…

Ella, de golpe, comprendió todo.

El rojo, por ejemplo, era el color de su pasión, de sus besos (baiser).

El naranja, el de su abandono, de su ofrenda, el don de sí misma.

El amarillo el color de la luz, del (jaillissement), del placer. Sí, dejarse llevar, la confianza, la debilidad como una sonrisa de primavera.

¿El verde? El verde era el color de su vientre, del movimiento de su vida misma. Todo lo que sentía de verdad, de auténtico en ella.

El violeta, era un color más inquietante, cerrado, sordo (sourde).Y también de violencia, amenaza. Y esto es importante saber reconocerlo de sí mismo. Violencia que uno lleva, violencia que uno provoca a veces… violencia que llega por caminos imprevistos.

El negro. ¡Ah!. Este color negro. Estaba allí presente en el arco iris. Color del miedo, del diablo, del “diablotin” que a veces surgía en ella.

El color blanco, color del deseo. Del deseo infinito, múltiple, que renacía en ella, a veces tímido, y otras veces más directo, más osado. Este color es precioso, indispensable, sin él los otros colores no existirían. El blanco es un color luminoso que capta todos los otros colores y les da su existencia.

 

A partir de este día la jovencita, ah, he olvidado de deciros su nombre: YANU, supo hablar de sus emociones; bastaba recordar el color para hablar de la emoción que la habitaba.

 

Años más tarde, fue muy emocionante escuchar a su hijita decirle: Sabes, mamá, yo soy un arco iris de emociones; los tengo todos cuando danzo. Me encanta danzar. La danza es un canto de emociones.

A veces, yo estallo (éclate) cuando todos mis colores, quiero decir mis emociones, se ponen a vibrar a la vez, ¡oh, la la!

¡Bonita imagen del arco iris con las emociones!

 

Espero, amigos lasalianos de Liria que os haya gustado.

Sin duda, usted también tiene emociones. Las puede guardar en su intimidad, pero no se prive si siente una buena emoción. ¡Cuéntela!

Un abrazo.

H- Joaquín, fsc. / 1 de agosto, 2025